Quien ha habitado el mar, conoce de su enojo cuando el aire lo agita. Quien ha caminado el sequedal diaguita, hablará del colorado zonda. Y quien haya habitado el amor - ese despulsado palpitar que nos despierta a la vida -, pues hablará de un viento dentro sabedor de venturas e infortunios.
Hablará con brisas, si por encuentros. Con tempestades, cuando injusticias. Porque su voz en el aire es un viento más junto con todos los vientos del hombre, bendiciendo lo claro, santigüando lo oscuro.
El hombre es un viento habitando un cuerpo, y desde su boca cuenta la vida que vive, la muerte que muere, el tallo que late. Y este Carlitos, vientito manso del Valle de Paravachasca, excéntrico e imprevisto, sencillo e insólito, nos tiende su mano de metáforas y paralelismos para sacarnos a pasear por su más simple universo interior.
Pequeñas historias donde reconocerse, espejarse. Vientitos de un hombre sabedor de andar.
Que lo disfruten.
Erasmo Stivala. Alta Gracia, diciembre del 2004.
