misivas desde el universo dentro | carlos medina

los caprichos de las palabras - 2000

Érase una vez... palabras que iban y venían desde todas las edades, desde todas las vivencias, desde todos los sentires. Palabras correteando por decir del hombre, susurradas al oido a la hora del dormir, vestidas de gestos cuando confabulaban cuentitos.

De tanto ir y venir, las más caprichosas confabularon contra la realidad, y en sospechosa hermandad convocaron a las más certeras para contar acerca de lo que va sucediendo mientras se va junto al tiempo.

Contaron de miradas, nomás porque sabían del llanto que traspasa. Contaron de la piel, por el sudor del día aún acompañando. Contaron de su manos, del sentirlas caricia y abrazo. Y echarona avolar.

Entonces el hombre, dedicó algunas de horas para tomar nota de ellas así tú, incansable buscador de utopías, vuelas con él y con ellas.

Allí nos encontraremos. En cada anhelo que nos anhele, en cada pasar que nos pase: Allí, donde el tomarse de la mano es el milagro por resucitar a cada muerte cotidiana, donde uno se siente amado y amante, donde nunca hemos dejado de vivir como niños.

Comadre de versos : Mara Todoroff, Alta Gracia, diciembre del 2002.
Foto de Tapa : Javier Garayzabal.


la condecoración
                                                   a mi madre
pusieron en el pecho del policía
a modo de condecoración laudable
una medalla por su labor encomiable
al servicio de una comunidad fría

condecoraron al militar antiguo
en ceremonia suntuosa y rimbombante
por su tarea destacada y descollante
por una patria suya y un servicio exiguo

entregaron menciones especiales
a funcionarios del gobierno saliente
en gratitud por un trabajo conveniente
al servicio de sus ciudadanos leales

entonces

en busca de mi madre fui ya viejo
y le dejé en la mejilla un beso mío
en el pecho un abrazo tardío
calenté la pava preparé el mate añejo

y me senté en silencio a la vera
de la mesa de la cocina a escucharla
y al compartirla charla que te charla
la condecoré así a mi manera

por su entrega digna y sin triviales
titubeos ante soledades y murallas
en una vida sin menciones ni medallas
al servicio de sus hijos y sus ideales


sin palabras
                                         a mi hija María de los Angeles
estaba mi niña remontando su barrilete
en su mano el cordel en el cielo la cometa
y en su ser de niña el identificarse fue la beta
para guapear en lo alto nomás al garete

el mismo viento que azotaba los sauces
subía la pandorga y con él nuestros asombros
cargando a su niña y al mío en sus hombros
y encauzando todo a sus respectivos sauces

y trepó a lo alto tan alto que cayó preso
a manos de nubes grises y otras más oscuras
y al no verlo más una imprevista amargura
le asaltó el alma dejando el corazón tieso

pero aún no viéndolo su mano experimentaba
al cordel coleteando y con ello la certeza
que su quijote de caña y trapos con alteza
estaba vio y a capa y espada batallaba

me miró a los ojos compartiendo la alegría
y desde lo alto del cielo escuchó su esperanza
una voz lejana en mi misma labranza
que roncosa y con varios estruendos decía :

“sujétame fuerte aunque no veas mis saetas
que si no fuera por ti casi me pierdo en la altura
y que siempre estoy contigo aún en esta locura
de pelearle a los vientos no más si me sujetas”

la miré a los ojos y le declaré en secreto
que cuando la vida me sople cruel y sin sigilo
nunca deje de sujetarse con fe del hilo
que une su guiar con el luchar que arremeto

y que siempre estoy aunque nos e vea
y que tienen sentido mis cabresteos humanos
si siento que detrás del cordel están sus manos
timoneando los peleares de esta pelea


arderes
                                                   a mi hijo pedro
yo tengo un amigo que empuña por las asas
avivando el fuego de cada uno de mis sueños
y siendo llama abrazado a los leños
juró morir juntos a la hora de las brasas

subir al cielo en llamaradas sencillas
insistiendo en ser consecuentes y decisos
nos hicieron sostener los compromisos
para no apagarse en las primeras sillas

y en el arder difícil a la hora de la palma
le reconocí por la mirada que moviliza
y me consagró compinche padre y nodriza
con la lucidez de los lúcidos del alma

y así pude defender con rebeldía y ahínco
principios bebidos en los tiempos de la cuna
y seguir orando juntos a la hora de la luna
y después nuestro “choque los cinco”

enséñame a volar tu desvergonzado vuelo
para que puedan vivir mis llamas cansadas
y reinventar las alturas con tus osadas
picardías de luz camino al cielo

que en tu altura

sabré que cuento en la inevitable partida
hacia cada apagarse con todo su acertijo
con un compañero que se llaman hijo
que se llama pedro que se llama vida